Sesión con alumnado de 2º curso de la Facultad de Derecho. En la clase abierta, celebrada precisamente en el Día Contra el Racismo, hemos abordado el tema, tan de actualidad (de trágica actualidad), de las dudas europeas y su cuestionable comportamiento ante la conocida ya como la "crisis de los refugiados".
Refugiados y migrantes. La Europa embarrancada
Ante
una crisis humanitaria lacerante, conocida ya como “La crisis de los
Refugiados”, la Unión
Europea está demostrando una parálisis que amenaza con
socavar dos de sus pilares fundamentales: la unión supranacional de los
diversos estados miembros y su
tradicional política de acogida,
fundamentada en ese constructo que todos conocemos como respeto a los DDHH.
Como
nos recuerda Suárez Orozco (2003) la inmigración es uno de los hechos, a escala
planetaria, más importantes de nuestro tiempo. Y es un proceso transformador en el que se concitan
diversos factores denominados “empuje”, que dependen directamente de las
realidades económicas, bélicas o
socio-políticas de las distintas sociedades y de sus dependencias con una
economía global y deslocalizada que no
pueden sustraerse de la geo-estrategia de las grandes potencias. La gran
diferencia estriba en que mientras unos desplazamientos se realizan con todo
confort y se enmarcan en movimientos de trabajo o turismo; otros se realizan en
condiciones inhumanas, y se pueden considerar perfectamente como el nuevo
tráfico de esclavos del Siglo XXI. Ahí es donde hemos de ubicar las imágenes
que, desde hace décadas, nos sacuden en las playas del mediterráneo europeo, especialmente
en aguas españolas e italianas, ahora más cercanas de la mano del drama de los
refugiados que huyen del terror de la guerra o del fascismo islamista.
La UE está dando, y el acuerdo con Turquía no da por
zanjado el tema, una imagen de desorganización y falta de cohesión interna a la
hora de afrontar esta realidad imperiosa. Yo, contra lo que opinan muchos, no
creo que sea sólo un problema de logística o lentitud de sus estructuras, sino
más bien de falta de voluntad. La inacción, en este caso, sólo se ha visto
modificada, apelando a la humanidad, por la presión popular ante las
espeluznantes imágenes que nos llegaban a través de los medios de comunicación
desde las costas de Lesbos o desde el campamento de Idomeni. Pero, ¿cómo pedir
empatía para con quienes huyen de la guerra a estados de la UE que, junto con EEUU,
promovieron, instigaron o financiaron lo que tan alegremente denominamos
“primavera verde” y que no fue sino alimento para el crecimiento del hoy
autoproclamado Estado Islámico o ISIS? ¿Cómo pedir humanidad hacia refugiados
árabes a una Europa en la que en muchos de sus estados se sientan
parlamentarios de partidos ultra nacionalistas como la Deutsche Volskunion
o el NPD en Alemania, el FPO austriaco, el Frente Nacional francés, Amanecer
Dorado en Grecia, el Partido de los Verdaderos Finlandeses, el PPD danés, el
PVV de Geert de Wilders en Holanda, el Jobbik húngaro, la secesionista Liga
Norte italiana, la inglesa UKIP, el Vaans Belang flamenco y partidos españoles
como Democracia Nacional, Falange, España 2000 o AES, sin mencionar, mirémonos
a nosotros mismos, otros muchos partidos
nacionalistas de discurso profundamente etnocéntrico? ¿Cómo pedir solidaridad a
una Europa que mantiene, mediante un neo-colonialismo económico tan efectivo
como el del S. XIX, a numerosos
gobiernos corruptos en buena parte del mundo, impidiendo así el posible
desarrollo de sus respectivos pueblos? ¿Y también, cómo defender el
conocimiento intercultural en una Europa que se ve sacudida por el terrorismo
islamista, elemento éste fundamental en la activación de la islamofobia?
No
nos engañemos, Europa se está conformando cimentada, por un lado, en un potente
eurocentrismo y, por otro lado, en el miedo al diferente, fundamentalmente si
es musulmán. La solidaridad que se está planteando en el “Acuerdo
Turco-Europeo” pretende acometer, por la vía de urgencia, un terrible problema
humanitario. Pero la respuesta acordada no sólo es una aberración desde el
punto de vista ético, sino que resulta un mero parche que, en gran medida,
busca tan sólo lavar nuestras conciencias. Podemos, debemos por solidaridad,
acoger a contingentes, tanto de migrantes como de refugiados, es un imperativo,
pero finalmente nuestra capacidad para
ello (y me refiero no únicamente a los Centros de Internamiento sino también a
nuestras posibilidades de ayuda social e integración) no será ilimitada.
Podemos construir más campos de refugiados o centros de internamiento o
incluso, como ha pedido el Papa Francisco (y he de alabar su petición concreta,
coherente, práctica y que implica directamente a su iglesia, sin echar balones
fuera) que todas las parroquias, conventos o domicilios de católicos europeos
acojan a una familia. Y de nuevo reitero que es un paso necesario, pero no es
la solución y mucho menos la solución radical o definitiva. Como decía Checa
(2009), con evidente acierto premonitorio,
“nadie puede decir que la presión migratoria haya desaparecido, sobre
todo porque las causas profundas de la misma se mantienen invariables”. Y es
aquí donde se encuentra la clave; tal y como yo
lo veo la verdadera solución se apoya en dos ejes fundamentales:
1.-
Cambiar la política internacional en África y Oriente Próximo-Medio, de tal
forma que nuestros intereses internacionales no primen sobre la estabilidad de
los países y la guerra no sea la primera alternativa, sino la última y
excepcional. En este momento, sin embargo, y dado el cariz que han tomado los
acontecimientos, yo no descartaría la fuerza militar con objeto de recuperar
los territorios ocupados por el califato y estableces gobiernos estables con
objeto de poder ofrecer a las poblaciones que han huido la posibilidad de
volver a sus países.
2.-Destinar
más fondos europeos a una política de cooperación y desarrollo de los países
situados al sur del “primer mundo”, estrategias de solidaridad que no han de
ser pasivas sino activas. Para ello será necesario desactivar a ciertos
“gobernantes títere” y apostar por la colaboración de personas de las
poblaciones de origen, con objeto de conseguir, además del empoderamiento de
los ciudadanos, desarrollo educativo, cultural, agrícola-ganadero, industrial,
energético y socio-político. De esta forma lograremos dignificar su vida, tanto
en el aspecto material como en el espiritual y, así, no verán necesario dejar las sociedades en las
que han nacido y se encuentran arraigados.
Europa
es capaz de acoger, sin que sus cimientos se resquebrajen ni su identidad se
diluya, a los refugiados que se hacinan en la frontera entre Grecia y
Macedonia. Y puede hacerlo “sin resquebrajar los principios de su cultura
jurídica y política” (De Lucas 2015), aun así es más que evidente que tan sólo
la apuesta por el fin de las guerras y por el desarrollo, en todos los órdenes,
de estos países puede ofertar horizontes de futuro a los jóvenes de esta parte
del mundo, a esos mismos que ahora se ven abocados a elegir entre la huida o a
la muerte. Esta es, y no otra, la única solución posible.
Jesús
Prieto Mendaza
Antropólogo.
Doctor en Estudios Internacionales e Interculturales. Profesor colaborador Universidad
de Deusto
Alumnos/as, os dejo algunos materiales que os pueden ser de interés para profundizar en el tema:
- Racismo Cultural. Wierviorka, Michel
- Sociedades Interculturales. Raskin, Irina
- Inmigración y Racismo. Ibarra, Esteban
Ah!!! Os recomiendo también la lectura de:
- de Lucas, Javier (2015), Mediterráneo. El naufragio de Europa, Valencia, Tirant humanidades
- Prieto Mendaza, Jesús (2012), Los turoperadores de la miseria, Donostia, Hiria
- Prieto Mendaza, Jesús (coautor. Dirección: Ana Ugarte) Migraciones en el tercer milenio (2014), Vitoria, EHU-UPV
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