Gerra guztietan suertatzen den bezala, Ukranian sortu den gudak aurpegi krudela erakutsi digu. Hondamendiak, sufrimenduak, zaurituak, hildakoak eta errefuxiatuak. Poloniarekiko mugan gertatzen dena ikaragarria da baina beertan ere arrazakeria bistan gelditzen da. Errefuxiatuen artean ere lehenengo eta bigarren klasekoak badaude. Hau tristura hau!
Como ocurre en todas las guerras, trás la invasión por las tropas rusas de Ucrania hemos comenzado a ver la cara más terrible de la crueldad de una guerra: edificios destrozados, heridos, sufrimiento, muertos y refugiados. Desde el comienzo de la llegada de refugiados a las fronteras de Polonia o Rumanía, me llamó la atención la celeridad con la que la UE se aprestó a acogerlos. Esta posición chocaba frontalmente con la mantenida anteriormente por Europa con respecto a aquellos hombres, mujeres y niños que huían de la guerra de Siria, Libia, afganistán y otros lugares, aquella crisis humanitaria que se denomínó "La crisis de los refugiados", allá por el año 2015 y que todavía mantiene sus crueles consecuencias en campamentos infames situados en Grecia, y otros lugares, como el de Moria. Especialmente hostiles hacia los refugiados y migrantes fueron los países que integraban el llamado "Grupo de Visegrado": Hungria, Polonia, Eslovaquia y república Checa. Por eso me resulta un tanto desconcertante, aunque indudablemente debe ser aplaudida, la calurosa acogida que ahora se presta, de repente y por alguno de los países del entente Visegrado. Poco han tardado numerosas ONGs en denunciar que en esa frontera se permite el paso a todo aquel que tenga un fenotipo determinado y se le impide a otros. No sólo organizaciones como ACNUR, también la Unión Africana ha denunciado estos hechos. Blancos, caucásicos, occidentales ven franqueadas las fronteras, pero contingentes de subsaharianos, en especial nigerianos, negros para ser claros, ven impedido el paso. Entiendo que, en la actal situación bélica, deban priorizar a quienes huyen del terror provocado por la política ultranacionalista de Putin, pero ¿Acaso no huyen de ese mismo horror otros refugiados y migrantes que, con otro color de piel, buscan también un futuro mejor? Incluso en estos casos nuestro eurocentrismo aflora allí donde los abrazos son generosos y blancos, mientras que el rechazo se muestra oscuro, como la piel de los rechazados.
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