He regresado a casa después de una semana por tierras canarias. Estoy frente al ordenador, intentando terminar un artículo para el Centro de Ética Aplicada de la Universidad de Deusto, un texto que analiza el Acuerdo Migratorio de la UE. y se agolpan muchas de las experiencias de estos últimos días.
Es temporada alta, los turistas, fundamentalmente procedentes de reino Unido, Alemania, Dinamarca, Holanda, Francia, Noruega y otros países europeos disfrutan de las playas y del sol. No objetaré nada a ello, yo mismo he podido disfrutar de las bellezas de las llamadas Islas Afortunadas y el turismo es el motor de esta comunidad, con lo que criticar esta cuestión sería, además de estúpido, suicida en términos de país. No lo haré.
No obstante, he de decir que también he tenido oportunidad e visitar algún puerto, de hablar con pescadores y funcionarios, de charlar con Marwa sobre lo que ocurre en las cercanas costas de Dajla (Sahara ocupado por Marruecos) desde donde llegan numerosas pateras, de conversar con Loli, la directora del FRONTEX, y gran amiga, allí en su Centro de Coordinación del puerto de Santa Cruz de Tenerife. Y todo ello me lleva a recordar, una vez más, que la miseria económica que
vive una gran parte de África Occidental sigue arrojando, de forma ininterrumpida, a
nuestras costas canarias a hombres y mujeres migrantes (es necesario abordar de forma
distintiva, por terrible para las mujeres, la perspectiva de género en los procesos migratorios
irregulares controlados por las mafias de tráfico de personas) e, incluso, se
han abierto nuevas vías de migración irregular. Al igual que ocurre el Mediterráneo o en las vallas de Ceuta o Melilla, el Atlántico, siguen
siendo puerta preferente de entrada irregular a este territorio, realidad que
si bien afecta de forma preeminente a Canarias y al estado español, frontera sur de la UE,
tiene sus ataduras con la política errática de la Unión Europea, que bien por razones
éticas o bien razones de gestión está resultando, además de un fracaso,
generadora de una de las mayores catástrofes humanitarias registradas en sus
puertas (y que choca frontalmente, aunque debamos congratularnos por ello, con
la actitud favorable
a recibir refugiados procedentes de Ucrania). Una situación que es afrontada
por España debatiéndose entre la humanidad, los convenios de fronteras en el
espacio europeo, los discursos nacionalistas-populistas frente al inmigrante y
la realidad económico-social del país.
Hablemos de inmigración irregular. Estuve en estas tierras, aunque más bien debiera decir por estas aguas, tras la llamada Crisis de los Cayucos, en 2006, cuando llegaron a costas canarias más de 31.000 personas. Vi en aquellos años un sistema totalmente desbordado por las dimensiones del fenómeno. Pues bien, sepan ustedes que durante 2023 llegaron a Canarias más de 42.500 personas (sólo en dos meses de 2024 han llegado a estas costas, fundamentalmente a Lanzarote, el Hierro, Fuerteventura, Gran Canaria y Tenerife, más de 11.000 personas de un total de 12.300 que han llegado a España). Sepan que de los 1.270 fallecidos el pasado año en las costas españolas casi 1.000 lo han sido en aguas canarias. Hablo de casi 1.000 fallecidos contabilizados, imaginen las cifras con los pobres que no se integran en las estadísticas.
La
época post Covid 19 ha manifestado una situación, y no sólo sanitaria, muy
complicada para numerosos países de África, en los que hoy la posibilidad de
morir de hambre o enfermedad es una realidad que obliga a miles de seres
humanos a desplazarse hasta Europa buscando trabajo, vivienda, sanidad y
estudios para sus hijos.A ello debemos añadir, en segundo lugar, la desertificación provocada por el cambio climático (estoy recordando un ensayo magnífico al respecto del profesor de Miguel Pajares) y la escasez de agua. Y en tercer lugar la desestabilización política que tanto movimientos islamistas como los generados por Irán, con la ayuda de Rusia o China, están generando en Malí, Senegal, Ginea Konakry o Nigeria. Son varios los testigos que me han asegurado que en las costas africanas hay miles de personas dispuestas a dar el "salto" en este mismo momento desde las playas de Dajla, de Noadibú o de Dakar.
En
este contexto, terrible por su mortalidad, se ha aprobado recientemente, diciembre de 2023, el nuevo “Pacto
sobre Migración y Asilo de la Unión Europea”,
una propuesta todavía de la Comisión Europea que deberá ser refrendada por el
Parlamento y el Consejo, que ha aportado ruido mediático, pero, en mi opinión,
vuelve a caer en los mismos errores y falta de visión que denunciara hace años
ya el antes citado profesor Javier de Lucas en su libro, referencia insustituible para mí, "Mediterráneo el naufragio de Europa".Un nuevo pacto que, una vez más, profundiza en una
política, a la que se destinarán millones de euros (Agencia FRONTEX, centros de
estancia temporal, flexibilidad de los estados para acoger o no contingentes de personas soportada dotación de 20.000 € por migrante irregular, etc.), tan sólo
desde una perspectiva policial o de fronteras, obviando los factores que
durante más de dos décadas han favorecido los actuales movimientos y también
las verdaderas soluciones.
Después
de revisar las propuestas y, permítanme mostrar mis dudas al respecto,
parecería que se van a mejorar los procedimientos de asilo, la reubicación de
personas migradas y refugiados, la humanidad para con las personas más
vulnerables o la diligencia para los procedimientos de asilo. El papel lo
soporta todo, la práctica suele ser muy distinta. Esas mismas muestras de
solidaridad europea se vienen explicitando desde hace dos décadas en el marco
teórico, pero, tristemente, en el práctico todos sabemos de sus consecuencias
en número de muertos a las puertas de nuestras fronteras europeas.Vengo del epicentro de esa realidad.
Realmente
este acuerdo vuelve a ignorar la realidad migratoria y sus raíces, y una vez
más solicita la cooperación de los países emisores para políticas de contención
de fronteras o de control policial (una especie de subcontratación de la
migración irregular). Saben nuestros gestores europeos que la única respuesta
eficaz, además de justa, pasa por esa cooperación en origen (sanitaria,
educativa, agrícola, hídrica, económica…) y sin embargo nada de eso se
menciona. Para nada se habla de invertir en el desarrollo de África, del Magreb
o de Próximo oriente. Una vez más la UE vuelve a “naufragar” en esta dolorosa
cuestión.
Así las cosas, y de vuelta a casa, debo recordar por reconfortante, una
vez más, que la experiencia española en los dispositivos de interceptación,
rescate y acogida de migrantes irregulares es realmente brillante y yo puedo
dar fe de ello. A pesar de errores y operativos criticables estos hombres y mujeres, funcionarios, agentes, marinos, oficiales de Salvamar o Guardamares, pilotos de Helimer, etc. realizan una labor, sustentada en la prioridad del rescate y los DDHH, que hace que las cifras no sean mucho más terribles todavía.
Así lo escribo, así lo cuento. Por ellos/as, porque lo merecen.
Leer todo el artículo en Centro de Ética Aplicada Universidad de Deusto:
https://blogs.deusto.es/ethics/migraciones-irregulares-en-tiempos-hostiles/