Gaur goizean, Galo Bilbao Alberdirekin eta Carlos Samaniegorekin parte hartu dut jardunaldi honetan. Hitz egin, azaldu, eztabaidatu eta entzun, batez ere entzun, egin dugu Elizbarrittik bultzatu de gaurko topaketan. Neri oroimenaren garrantziaz tokatu zait hitz egitea.
Hoy he participado con gusto en la jornada sobre Paz y Reconciliación impulsada desde la Diócesis de Vitoria junto al filósofo y teólogo Galo Bilbao y a una víctima de persecución, Carlos Samaniego. Ha sido una mañana enriquecedora, en la que hemos hablado, aportado, debatido y, sobre todo, escuchado aportaciones diferentes. A mí me ha correspondido hablar de la necesidasd de la memoria y su valor de cara al futuro. Este ha sido mi resumen:
OROIMENA. EUSKAL
TESTUINGURUAN ETORKIZUNA ERAIKITZEKO EZINBESTEKOA DEN MATERIALA MEMORIA. MATERIAL IMPRESCINDIBLE EN LA
CONSTRUCCIÓN DE FUTURO EN NUESTRO CONTEXTO VASCO
Durante décadas la
violencia ejercida y sufrida en nuestro País Vasco se ha alimentado, en mi
opinión, de una perversa trampa moral que ha permeado amplios sectores de nuestra
sociedad. Me estoy refiriendo a su contextualización en una situación de “conflicto
político” como justificadora de la conculcación de libertades y Derechos Humanos.
Así el asesinato en un determinado contexto era menos condenable, se podría
decir que era menos asesinato que el cometido por un delincuente común.
Podríamos definir dos contextos fundamentales en los que a lo largo de nuestra historia
reciente se han realizado este tipo de justificaciones:
. - Un contexto revolucionario. La violencia
revolucionaria del pueblo justifica el ajusticiamiento de los denominados
enemigos de este.
. - Un contexto de necesidad de Estado. La
salvaguarda de los valores patrios, o la pervivencia misma del estado ante una
situación de extrema gravedad pueden justificar determinadas acciones
conculcadoras de derechos.
De esta forma durante
un periodo de tiempo prolongado las víctimas del terrorismo han sido consideradas
durante décadas como seres desviados, no eran del grupo, por lo tanto, eran
reducidos a la categoría de seres devaluados, no convenientes a una u otra
causa y por lo tanto prescindibles. El hijo de un concejal guipuzcoano
asesinado por ETA recuerda con tristeza el profundo calado de estos discursos.
Su narración me parece pertinente a la hora de explicar el daño causado por
estas “legitimaciones” de la violencia, tanto la de ETA como otras ejercidas
también de forma igualmente ilegítima. “Sirva
como ejemplo la actuación de los parlamentarios vascos cuando se cerró el
Diario Egunkaria. Una gran mayoría de parlamentarios aparecieron en sus
asientos leyendo ese periódico en solidaridad con los trabajadores. Pero no nos
engañemos, no hicieron lo mismo con el Diario Vasco cuando mataron a Oleaga o
con El Mundo cuando asesinaron a López de Lacalle. Les afectó más, se sintieron
más cercanos con el cierre de un periódico que con el asesinato de dos personas”
(Josu Elespe. 2007: p. 46). Las víctimas del terrorismo no pueden ni deben ver
olvidadas sus pretensiones de justicia y es ahí donde hemos de impedir que la
memoria se diluya, tal y como nos recuerda Xabier Etxeberria “lo que se debe pretender es, por un lado,
que las víctimas lleven una vida digna y vean satisfechos sus legítimos
derechos como personas agredidas. Por otro lado, es deseable que puedan
recordar lo ocurrido de forma que esta memoria se convierta en fuerza para
vivir el futuro, que recupere, si la habían perdido, la confianza en la
sociedad y en la convivencia, y que participen y disfruten con satisfacción de
una sociedad en paz (Etxeberria X. 2005: p. 47)”.
Cuando hablamos de deber de memoria en sentido fuerte, como
imperativo, es porque lo relacionamos con deber de justicia: recordar que se
considera momento y medio de realización de justicia con aquellos a quienes se
recuerda y a veces a quienes tienen determinados lazos con ellos. En el caso de
las víctimas está claro que tenemos un deber de memoria para con ellas porque
sólo a través de la memoria se les podrá hacer justicia (Xabier Etxeberria
Mauleon. 2007: P. 86).
Las víctimas ahora se
nos han hecho visibles, y no solo eso, su visibilidad nos señala en
muchos casos acusadora. Su dolor lejos de quedar reducido al espacio privado ha
irrumpido con fuerza en los espacios públicos.
Las víctimas ya no callan, hablan, y sus
narrativas tienen un gran potencial pues conjugan dialéctica y ejemplo. Las
narrativas de las víctimas son las que han logrado romper la cadena de silencio
que se imponía en este país. Se podría afirmar que en la actualidad esta
sociedad trabaja para romper con la vergüenza y con las injusticias cometidas
anteriormente, aunque se debe evitar mezclar unas y otras conculcaciones de
derechos en un totum revolutum que diluya responsabilidades, eso que Javier
Elzo denomina la “trampa de la reciprocidad” que puede terminar en la impunidad
(Prieto Mendaza, J. 2011. p. 55).
Como me comentaba el profesor
Reyes Mate en la Universidad de Oñate durante el verano de 2006, con las
víctimas (también con las víctimas del terrorismo vasco) se han cometido muchas
injusticias, que él reduce a tres:
- Injusticia personal. Se les ha arrebatado la vida, la posibilidad de ser una familia, la libertad y si han sobrevivido se le ha condenado a una muerte social.
- Injusticia política. El asesinado, el secuestrado, el exilado es eliminados por no compartir un determinado proyecto político, son excluidos de la sociedad por no participar de un ideario.
- Injusticia social. Se priva a la sociedad de una víctima (muerta físicamente o eliminada reduciéndola al espacio privado) y de un victimario (que será encarcelado por un periodo prolongado y por lo tanto será inválido como agente social).
Por
lo tanto, la memoria resulta imprescindible para reparar las injusticias
sufridas y así conseguir nuestra sanación. No para quedar anclados a esos
momentos pretéritos, esa “memoria del retrovisor”, sino para asegurar que no se
repita el horror y por tanto construir los cimientos de la sociedad del futuro,
una "memoria proactiva" para un grupo humano libre de tentaciones de repetición que avanza por caminos de
reconstrucción de heridas individuales y sociales. Evitaremos así el peligro
del olvido que tanto atormentaba a Levi recordando la frase de sus verdugos “de
cualquier manera que termine esta guerra contra vosotros, la hemos ganado;
ninguno de vosotros quedará para contarlo, pero si alguno lograra escapar el
mundo no le creería…los hechos que podéis contar son demasiado monstruosos para
ser creídos” (Levi, P. 1989: p. 9).
Las
víctimas, a través de sus narrativas nos hablan de superación del dolor y de
deseos de justicia, entendida ésta en su sentido plenamente democrático. Se
trataría de recuperar gracias a la memoria algo preciado como es la dignidad de
las víctimas, dignidad que al ser recuperada no hace sino evidenciar la
indignidad de los victimarios y provoca que estos puedan reconocer su error
para rehumanizarse. “La base sobre la que se construye la noción de Derechos
Humanos es la dignidad inherente a todo ser humano. Dignidad que, antes de
tener una necesaria formulación jurídica o política, es una condición o
cualidad moral inherente a todo ser humano sin ningún tipo de distinción. Es,
en otras palabras, el mínimo inexcusable de justicia y humanidad” (Etxeberria
Xabier. Citado en Martínez de Bringas, A. 2006: p.23).
Espero que estas reflexiones puedan serviros.
Jesús Prieto Mendaza
·
Elespe Josu. (2007) Citado en Bake Hitzak Nº 63. Bilbao. Gesto por la Paz.
·
Etxeberria
Xabier. (2007) Dinámicas de la memoria y
víctimas del terrorismo. Bilbao. Bakeaz.
·
Levi
Primo. (1989) Los hundidos y los salvados.
Barcelona. Munchink editores.
·
Mate
Reyes. (2006) Ponencia. Congreso
Internacional de Sociología Jurídica. Oñati. Gipuzkoa
·
Martínez
de Bringas Asier. Coord. (2006) Teoría y
práctica de la educación en derechos humanos. Zarautz. Alberdania.
·
Prieto
Mendaza J. (2011) Marcados por el estigma.
Donostia. HIRIA.
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