Fotografía: diario El Correo
Todavía no hemos salido de nuestro estupor por lo ocurrido en el capitolio estadounidense, cuando la masa, azuzada por cuatro años de desvarío provocado por Donald Trump, nos regaló esas lamentables imágenes que, no lo olvidemos (y se olvida habitualmente en todas las revoluciones de uno u otro color), terminaron con varios muertos, precisamente en lo que debe ser el templo del diálogo, que eso y no mera estadística es la democracia.
Han sido numerosos los artículos, muchos de ellos excepcionales (y algunos, como era de esperar, incapaces de ver el monstruo en sus propias filas y colocándolo tan sólo en las de los demás), que hemos podído leer estos días, pero de todos ellos, y por eso he elegido el título, me ha resultado especialmente novedoso el análisis que hace la profesora de la Universidad de Deusto, María Silvestre: "Primermundismo". Destaco varios párrafos:
"Cuando veía atónita las imágenes del asalto al Capitolio la noche del miércoles -la tarde en Washington- escuché a algunos comentaristas decir que aquello les recordaba a una «república bananera», que era «tercermundista». En ese mismo momento me di cuenta de que asistíamos a un hecho 'primermundista': estaba ocurriendo en Estados Unidos, en la cuna de la democracia moderna. Un acto de sedición que interrumpía la ratificación de la proclamación de Joe Biden como presidente electo. Un acto que suponía el final de una marcha alentada por el todavía presidente Trump, un presidente que fue incapaz de salir en público a condenar los hechos y que empatizó con los ocupantes del Capitolio («entiendo vuestros sentimientos», decía).
Lo que ha ocurrido en Estados Unidos es consecuencia de cuatro años de una presidencia populista, instalada en las 'fake news', una manera de hacer política consentida por gran parte del Partido Republicano y protegida y aupada por algunos medios de comunicación. Trump era un 'outsider' que llegaba a la presidencia norteamericana cuestionando a la clase política y que se ha pasado cuatro años cuestionando sus instituciones y el sistema de contrapesos, un sistema que fue incapaz de expulsarle en el 'impeachment' de hace casi un año. Un presidente que ha roto el país en dos, que ha tensado hasta límites insospechados la polarización existente y que ha agraviado a las minorías étnicas y a las mujeres.
Lo que ha ocurrido en Estados Unidos tiene mucho que ver con el descrédito de la política, con la debilidad de la democracia, con la desafección a la política tradicional y con la falta de responsabilidad de quienes tienen la obligación de velar por la legitimidad y el mantenimiento de las instituciones. Se equivocan, y mucho, quienes ya en España tratan de ver en el otro -y solo en el otro- el reflejo de lo ocurrido en el espejo norteamericano. Las primeras declaraciones de líderes políticos españoles han visto la paja en el ojo ajeno, pero no han visto la viga en el propio.
Europa lleva ya unos años viendo cómo la extrema derecha, el neofascismo en algunos casos, cobra fuerza en países como Hungría, Austria, Alemania, Francia, Italia y, más recientemente, en España. Se trata de una extrema derecha que utiliza el populismo, la mentira para hacer política 'trumpista'. Que enciende un nacionalismo excluyente, étnico, xenófobo. Que se eleva sobre proclamas de falsas e imposibles certidumbres. Trump es un claro responsable de lo ocurrido en EE UU, pero el mayor peligro está en los millones de personas que le han creído.
Los discursos populistas no caen en saco roto. Trump obtuvo más de 70 millones de votos en las últimas elecciones y ha sido el segundo candidato más votado en la historia de Estados Unidos. Los partidos no pueden, no deben, caer en el populismo, no deben caer en la crítica fácil, no deben caer en la mentira, no deben caer en el continuo enfrentamiento y en el desencuentro. Todo ello son semillas que alientan la banalización y descrédito del sistema. Luego será ya tarde para enmendar las consecuencias de un comportamiento irresponsable, falaz, populista y electoralista propio de nuestro primer mundo".
Comparto el análisis de María Silvestre hasta su cita final: "Lo que ha ocurrido en EE UU no es tercermundismo, es primermundismo. Debemos interpretar las señales antes de que sea demasiado tarde".
"... pero el mayor peligro está en los millones de personas que le han creído (a Trump)", pero ¿por qué le creen, qué esperan, qué reclaman, qué los hace bárbaros, qué ven en las instituciones democráticas para esperar tan poco de ellas? No me voy a poner a responder esto, pero sí quisiera decir que no hablo con retórica. Feliz año.
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