De vuelta, con temporal de levante...surgen algunas reflexiones
Decía hace unos años mi querido Sami Naïr que, en nuestra
sociedad, cuando se hablaba de inmigración, se hacía más en base a prejuicios
que en base a datos, y hablaba de un sistemático bombardeo de “metáforas
inquietantes”: masiva, oleada, invasión, marea, avalancha, asalto…
No es de extrañar, por lo tanto, que persistan esas
equívocas definiciones de este fenómeno en la sociedad española y que las
mismas contribuyan a construir un discurso social tóxico sobre el fenómeno. Como
buena muestra de ello, hemos escuchado recientemente las afirmaciones de la
diputada de VOX, Luz Belinda Rodríguez, quien consideró que las labores que
desempeña Salvamento Marítimo en el Mediterráneo, en los operativos de
interceptación y rescate de “pateras”, se pueden comparar con un servicio de
autobús para inmigrantes. Sus declaraciones no son nuevas.
Ya el año 2017, ante la llegada de migrantes y refugiados
hacia Italia, Fabrice Leggeri, responsable de los operativos del despliegue
europeo FRONTEX, llegó a afirmar que “las ONGs son los taxis de los traficantes
de seres humanos”. Esta afirmación fue prontamente secundada por el fiscal de
Catania Carmelo Zuccaro que denunció que “algunas ONG podrían recibir
financiación de los traficantes y le constaban contactos entre ellos”. No tardó
Luigi di Maio, aspirante entonces del Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo,
en lanzar su pregunta: “¿Quién financia los taxis del Mediterráneo?” Siguió la estela
trazada Matteo Salvini, actual ministro de interior italiano, y en la
actualidad la lista es interminable. Hasta llegar a nuestra diputada.
No sé qué conocimientos
sobre el terreno tiene la diputada Luz Belinda Rodríguez, pero mi experiencia,
tanto en el Mediterráneo estudiando el fenómeno “patera”, como en el Océano
Atlántico con respecto a los “saltos” en “cayucos” no me invitan a secundar su
temeraria afirmación. Es necesario pasar días junto a los hombres y mujeres de
los servicios de Salvamento Marítimo, escuchar sus narrativas al bajar del remolcador
de altura Punta Salinas o tras un operativo en la Salvamar Tenerife. Hace falta
compartir un rancho en la patrullera del SMGC Pico del Teide, departir con
oficiales y marinería y sobrecogerse con sus historias en los operativos entre
aguas de Mauritania y Canarias. Se hace imprescindible charlar con Loli, la
responsable de los operativos en la Torre de Control del Puerto de Santa Cruz
de Tenerife y comprobar su vocación de servicio público con un norte claro:
salvar las vidas en peligro en nuestras aguas territoriales. No, no son
taxistas, tampoco conductores de autobuses, son marinos, guardias civiles,
funcionarios, policías, voluntarios y voluntarias de Cruz Roja (y otras muchas
ONGs) que se dejan la piel por minimizar los efectos de la forma más cruel de
migración, aquella que se ha hecho a través de la ruta africana y que
finalizará con un “salto” en una frágil embarcación bien a través del estrecho,
o de las aguas cercanas al Mar de Alborán, bien a través de las vallas de Ceuta
y Melilla. Profesionales, servidores de nuestro país, con un objetivo de
interceptación y guarda de fronteras, sí, pero, y esto es necesario decirlo
públicamente, con una inequívoca perspectiva ética (salvo la excepción lacerante
de la playa de Tarajal en 2014) y poniendo en las labores de control de
fronteras algo a lo que no puede renunciar un estado de derecho que se ve
interpelado por la llegada de migrantes y refugiados: la humanidad. Y yo, como
ciudadano español he de decir que me siento orgulloso de este comportamiento
que, lejos de disminuirlo, agranda nuestro estado de derecho.
Claro que existen mafias que trafican con seres humanos. Es
una evidencia que he podido comprobar en Marruecos, en Mauritania, en Senegal,
en Ceuta y otros lugares. Existen seres sin escrúpulos, que utilizan a los
hombres que han abonado su “pasaje” como si fueran ganado y obligan a las
mujeres a “pagarse” el mismo utilizando su cuerpo. Claro que sobrecoge hablar
con las religiosas que atienden a estos cuerpos humillados y utilizados, allí
en la sede de la Fundación Lertxundi en la localidad marroquí de Martil. ¡Claro
que sí! Y no seré yo el que lo niegue ni el que abogue por ocultar estas, y
otras, realidades que muchas veces parecen no querer verse. Pero esto no
justifica lanzar acusaciones de connivencia sobre organizaciones humanitarias y
dispositivos de salvamento de nuestra propia administración. No podemos aceptar
el tráfico de seres humanos, por supuesto, pero aun así debiéramos, como hace
Sami Naïr en el prólogo del libro “Mediterráneo, el naufragio de Europa”, de
Javier de Lucas, preguntarnos que, si bien es legítimo luchar contra las mafias
criminales que utilizan la desesperación de los demandantes de asilo, también
debe serlo reflexionar sobre si esas mismas mafias no son consecuencia de una
organización desigual y despiadada de la riqueza a escala mundial. Y se trata
de luchar contra las causas, no sólo contra sus consecuencias.
Lo he dicho cientos de veces: no es factible abrir las fronteras
de Europa, no hagamos demagogia, pero sí es urgente, implementar una política
de refugio más humanitaria (y no contribuye a ello el muro que pretende Santiago Abascal). A continuación, añado, nada conseguiremos si no buscamos
poner en marcha medidas de codesarrollo con los países emisores de personas
migrantes y, en esta línea de intervención, me temo, llevamos muchas décadas de
retraso. Por comentar.
Fotografía: Título de la escultura, cerca de la Plaza de los Reyes de Ceuta... SOLIDARIDAD
Oso hausnarketa ederra, Jesus!
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