Justizia behar da. Ez dago beste argudiorik, ez dago beste egiarik, ez dago beste errealitatea...hiltzaleak izan dira hilketak bultzatu zituztenak. Kitto!!! Marujaren istorioak duen indarrak egia borobila marrazten digu.
Es necesaria la justicia, junto a la memoria y a la reparación. No puede haber más argumentos, no puede haber más verdad, no puede haber otra realidad...quienes promovieron esos asesinatos fueron asesinos. ¡Sin más, asesinos! Ni justificación política, ni coartadas basadas en la actuación de la república, ni alusiones al conflicto civil...nada. Esas muertes atroces fueron asesinatos. Punto. La historia contada por Maruja, rotunda, me ha hecho sobrecogerme; el saber que todavía hoy, esta fuerte mujer de 86 años no sabe donde fue arrojado el cuerpo de su madre me revuelve las tripas. Simplemente Una mujer que no odia, una mujer que no pide venganza, una mujer que sólo pide un lugar para los huesos de su madre. ¡No hay derecho a que víctimas como ella deban afrontar su vida sin el consuelo que da saber a donde acudir a depositar un ramo de flores a sus seres queridos! Ni medias tintas ni peros ¡No hay derecho!
El
agradecimiento de una víctima Mi madre, Columba Fernández fue asesinada
el 17 de septiembre de 1936. Junto con otros cuatro ciudadanos, considerados
contrarios al llamado Alzamiento Nacional, su vida le fue arrebatada en un
paraje cercano a las conchas de Haro. Así, de forma oculta y alevosa, les fue
arrebatada la vida a Teodoro Olarte, Benedicto Luna, Casto Guzmán, Crispín
Martínez de Ilarduya y a Columba, mi mamá. No pueden ustedes comprender el
intenso dolor de aquella niña repentinamente sola, con su padre ingresado en la
cárcel por republicano, que debió afrontar la vida en el ambiente opresivo y
hostil generado por los vencedores. Una vida a la que además de las
dificultades económicas y de todo tipo, había que añadir una profunda herida:
no saber dónde se encuentran los restos de tu madre. Por eso son tan
importantes para las víctimas los homenajes, como el promovido por la
Diputación Foral de Álava el día dos de diciembre en el “bosque de la luz”. Con
ellos no podré recuperar los restos de mi madre, lo sé, pero esa profunda
herida a la que he aludido duele mucho menos, porque el reconocimiento, la
memoria y el cariño de una sociedad siempre tienden a sanar el dolor de la
injusticia.Por eso deseo expresar mi agradecimiento a
todos los que hicieron posible aquel
acto: a la propia Diputación, por su iniciativa; a Carmen Saltó por poner palabra a nuestros
pensamientos: “Hay que sacar a los muertos de las cunetas y llevarlos a sus
tumbas”; a Araceli García, por comprar con su dinero, el ramo de flores blancas
que representaba la dignidad de aquellos asesinados y, por último, a todos los
familiares y amigos que allí estuvieron. A todos ellos y ellas, muchas gracias.
En mi nombre, en el de mi madre y en el de todos aquellos a quienes su vida les
ha sido arrebatada en periodos oscuros de nuestra historia que no debiéramos,
jamás, permitir que se repitieran. Gracias de todo corazón. Maruja Ruiz Fernández
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