Liburu berri bat. Lan plurala eta anitza. Neri dagokion 7. kapitulua. Ene ustez lan bikaina. Euskal Herrian pairatu genuen biolentzia justifikatu zituzten mitoei buruzko analisia eta hausnarketa.
Un nuevo libro, una nueva criatura. En este caso, y de nuevo de la mano de Editorial CATARATA, una obra plural y coral en la que intervengo junto a la compañera del CEA de la Universidad de Deusto Ángela Bermúdez y muchos compañeros y amigos/as más de distintos ámbitos académicos: Antonio Rivera (EHU-UPV), Ricardo Arana, Andrea Ruiz Balzola (UNED), Juan Luis Ibarra, Raúl López Romo, María Jiménez Ramos (U. Navarra), Martín Alonso Zarza... Un trabajo que analiza el sustrato mítico, con toda la carga simbólica que posee, que sustentó y dio cuerpo fundante durante más de tres décadas a la violencia terrorista en nuestra tierra vasca. A mi me corresponde el capítulo 7. "Educación en valores, democracia y deslegitimación del terrorismo. Un trabajo no exento de obstáculos".
"Creo en el poder de la educación, no una educación basada en la mera
trasmisión de docente a discente, sino en la que se realiza de forma dialógica
y con la participación de todos sus agentes implicados, incluida la propia
sociedad, entendida ésta como fuerza pedagógica, que lo es (¿acaso es otra cosa
la ciudadanía y su ejercicio?). Retomando una idea de María Zambrano, y
utilizando esa misma idea argumental, creo que en el País Vasco, durante más de
cuatro décadas ha imperado una auténtica dimisión
educativa. La sociedad vasca, todos (y me incluyo) hemos dimitido de
nuestra función educadora y claudicado, por miedo o comodidad ante el terror de
corte totalitario que siguió, y creció, tras el fin de otro periodo de tiranía
como fue la dictadura franquista. De hecho, he comprobado durante cuarenta años
de profesión docente, como nuestro sistema educativo se vanagloriaba de ser
tolerante, solidario, crítico, no violento, antirracista, formador en valores y
generador de oleadas de jóvenes cooperantes y miembros de ONGs, cuestión que es
cierta, mientras que, cruel paradoja, no se ponía de acuerdo en algo tan
fundamental como esto: no se debe asesinar al diferente".
“Hay que preguntarse cómo se produce la indiferencia social
ante el sufrimiento de las víctimas. El terrorismo se basa en que por cada
muerto físico se producen cien muertos de miedo. Las víctimas molestan a
quienes quieren negar la realidad de sus actos y la enmascaran con una matraca
de discursos
aislantes. Los
espectadores pasivos e impasibles son imprescindibles para la ejecución de
cualquier acoso; ya sea escolar, ideológico, laboral o lo que sea”. (Escudero,
Miguel, Cataluya Press, 29-11-2023
Qué es educar en valores democráticos? Se me ocurre que, desde la óptica
vasca, es mucho más significativo preguntarnos ¿Qué es no educar en valores
democráticos? La respuesta la podemos encontrar si observamos muchos de los
planteamientos, propuestas o supuestos valores de fuerzas de ultraderecha y
bien podríamos mencionar, por su rabiosa actualidad, a determinadas tendencias
de partidos como Vox. Pero de igual manera sería necesario mirar para casa, es
decir mirarnos a nosotros mismos. Y si lo hacemos, y me temo que no será
agradable, comprobaremos que nuestra sociedad como educadora, incluido el
sistema educativo, no ha sido lo determinante que debió haber sido pues, ha
permitido durante décadas que se eduque en el odio, que se adoctrine en una fe,
que se legitime el combate contra un supuesto enemigo, que se justifique su
eliminación, que se insulte u hostigue al discrepante, que se excluya de los
espacios públicos y de socialización a “los otros” o a los hijos de “aquellos”.
Cultivamos durante años el mito de la lucha antifranquista, de la nobleza de
los gudaris, del pueblo oprimido, de la revolución… Y apoyados en aquellos
mitos justificadores, en definitiva, permitimos que se construyeran auténticas
“fronteras de ciudadanía” desde la escuela, la familia, la cuadrilla... y estas
se instalaron, y de qué forma, en la sociedad vasca".
"Cierto que ya no se asesina, ni se extorsiona, ni se secuestra. Resulta
obvio, aun así, todo el mundo simbólico utilizado por el terrorismo y sus
satélites no ha sido eliminado y perdura, pues penetró profundamente, en las
estructuras sociales de nuestra tierra. En ese sentido debemos preguntarnos si
hemos trabajado el relato adecuadamente, si las narrativas de las víctimas han
servido para que las nuevas generaciones observen con dolor nuestro pasado
reciente y se comprometan con un futuro de no repetición. Y, quizás, la
respuesta no nos agrade".